Héctor G. Barnés 15/04/2012
“Las brujas perversas fueron inventadas por hombres asustados” es un estudio sobre los orígenes de la brujería durante la E. Media, publicado en la Universidad de Zaragoza y escrito por Chantal Cornut-Gentille D'Arcy. Una de las razones que apunta la autora para justificar tal afirmación es que los poderes aparentemente sobrenaturales de las mujeres -entre ellos, alumbrar un ser vivo- las hace, de entrada, sospechosas a los ojos de los hombres. Además, eran consideradas la causa de todas las frustraciones sexuales y obsesiones de estos: "la tentación peligrosa" aparecía ya en la Eva bíblica. Aquello que no podía ser controlado debía ser estigmatizado.
Unos cuantos siglos después, descubrimos que la situación no ha cambiado tanto: el slasher, subgénero del cine de terror caracterizado por la presencia de un sanguinario asesino en serie -el modelo de La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978)- se caracteriza por “la promoción de la violencia sexual al retratar a un monstruo masculino y patriarcal que somete a las mujeres promiscuas a una misógina persecución al masacrarlas con su cuchillo fálico” resume Steve Neale.
Un cambio de signo. Sin embargo, un estudio llamado Women as castrator: Psychoanalistic-Feminist Study of American Slasher Films propone lo contrario: que el slasher presenta también una amplia galería de mujeres terroríficas, conceptualizadas bajo el nombre de Final Girls, que se caracterizan por ser “independientes, activas, poderosas y que castran al macho asesino de forma furiosa”. Una larga estirpe cuyo primer miembro sería la Señora Bates de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960).
El director de cine Eli Roth, autor de películas como Hostel (2005) opina que "en las películas de posesiones, la poseída debe ser siempre una joven inocente, para producir un mayor impacto. Los cambios del cuerpo – El exorcista (The exorcist, William Friedkin, 1973). La joven Reagan (Linda Blair) se encuentra poseída por el demonio, pero la mayor parte de lecturas no pueden soslayar dos factores esenciales. En primer lugar, que su madre está divorciada, y por si fuera poco, es actriz; en segundo lugar, que Reagan tiene 12 años, la edad en la que comienzan los traumáticos cambios físicos de la adolescencia.
En una línea semejante se encuentra la Carrie de Brian De Palma, una película que se abría con la primera menstruación de la joven. Una joven con poderes paranormales atrapada bajo el signo de su fanática madre (Piper Laurie) recibirá su bautismo de sangre, otra referencia a la madurez física, en el baile de fin de curso. Se trata de la versión moderna de la bruja que se venga de aquellos que la habían humillado y marginado, en el contexto jerarquizado, opresivo y machista del instituto americano.
En las últimas semanas, la serie de televisión Girls, producida por la HBO, ha provocado una polémica semejante. El columnista de The New York Times Frank Bruni se preguntaba, tras el visionado de su primer capítulo, si Gloria Steinem, célebre periodista feminista, fue a las barricadas para que pudiésemos ver series como esta. Dirigida y protagonizada por Lena Dunham, la serie retrata sin remilgos la vida sexual de un grupo de veinteañeras neoyorquinas. El problema para Bruni se encuentra en la imagen que da de las relaciones sexuales.
Ante la acusación del periodista de que Dunham considera natural la subordinación de la mujer frente al hombre (“¿por qué no jugamos a estar calladitos?”, dice el amante de la protagonista en la primera escena de la serie), la joven afirmaba que todo provenía de su experiencia: “hasta la fecha, he gozado de relaciones sexuales afectuosas, pero también otras que sólo producían ansiedad. Y me temo que estas últimas predominan”.
“Las brujas perversas fueron inventadas por hombres asustados” es un estudio sobre los orígenes de la brujería durante la E. Media, publicado en la Universidad de Zaragoza y escrito por Chantal Cornut-Gentille D'Arcy. Una de las razones que apunta la autora para justificar tal afirmación es que los poderes aparentemente sobrenaturales de las mujeres -entre ellos, alumbrar un ser vivo- las hace, de entrada, sospechosas a los ojos de los hombres. Además, eran consideradas la causa de todas las frustraciones sexuales y obsesiones de estos: "la tentación peligrosa" aparecía ya en la Eva bíblica. Aquello que no podía ser controlado debía ser estigmatizado.
Unos cuantos siglos después, descubrimos que la situación no ha cambiado tanto: el slasher, subgénero del cine de terror caracterizado por la presencia de un sanguinario asesino en serie -el modelo de La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978)- se caracteriza por “la promoción de la violencia sexual al retratar a un monstruo masculino y patriarcal que somete a las mujeres promiscuas a una misógina persecución al masacrarlas con su cuchillo fálico” resume Steve Neale.
Un cambio de signo. Sin embargo, un estudio llamado Women as castrator: Psychoanalistic-Feminist Study of American Slasher Films propone lo contrario: que el slasher presenta también una amplia galería de mujeres terroríficas, conceptualizadas bajo el nombre de Final Girls, que se caracterizan por ser “independientes, activas, poderosas y que castran al macho asesino de forma furiosa”. Una larga estirpe cuyo primer miembro sería la Señora Bates de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960).
El director de cine Eli Roth, autor de películas como Hostel (2005) opina que "en las películas de posesiones, la poseída debe ser siempre una joven inocente, para producir un mayor impacto. Los cambios del cuerpo – El exorcista (The exorcist, William Friedkin, 1973). La joven Reagan (Linda Blair) se encuentra poseída por el demonio, pero la mayor parte de lecturas no pueden soslayar dos factores esenciales. En primer lugar, que su madre está divorciada, y por si fuera poco, es actriz; en segundo lugar, que Reagan tiene 12 años, la edad en la que comienzan los traumáticos cambios físicos de la adolescencia.
En una línea semejante se encuentra la Carrie de Brian De Palma, una película que se abría con la primera menstruación de la joven. Una joven con poderes paranormales atrapada bajo el signo de su fanática madre (Piper Laurie) recibirá su bautismo de sangre, otra referencia a la madurez física, en el baile de fin de curso. Se trata de la versión moderna de la bruja que se venga de aquellos que la habían humillado y marginado, en el contexto jerarquizado, opresivo y machista del instituto americano.
La admiradora obsesiva – Misery (Rob Reiner, 1990)
Salida directamente de los peores miedos de Stephen King, la trastornada Annie Wilkes (Kathy Bates) representa el reverso tenebroso de los lujos y placeres asociados a la fama. El protagonista Paul Sheldon (James Caan), adicto a los tranquilizantes al igual que King en la época, ya no es objeto de adulación y deseo sexual, sino de persecución y explotación cuando quedaba a merced de la obsesionada mujer tras un accidente de tráfico.
Otra película de la época presenta a un personaje femenino semejante: la Alex Forrest de Atracción fatal (Fatal Attraction,Adrian Lyne, 1987), que advertía sobre el peligro inherente a cualquier relación extramatrimonial. Estos personajes femeninos no suelen gozar de una disculpa (social, psicológica), incluso aunque como en este caso, sea el protagonista masculino el que se lo haya buscado. Muy propio de la era Reagan.
Vengarse del violador – Hard Candy (David Slade, 2005). Uno de los procedimientos más recurrentes en esta tendencia es, como ocurría en el caso de Misery, transformar la fantasía masculina en una pesadilla: es el caso de Hard Candy, en la que el encuentro, en principio, romántico, de un pederasta con una adolescente propiciado por Internet se convertía en un castigo al hombre.
Caperucita se venga del lobo. Un caso bastante similar al de la perturbadora Audition (Takashi Miike, 1999), en la que una joven se vengaba, minuciosamente, del cuarentón que había convocado un falso casting sólo con el objetivo de conocer chicas. En ambos casos, aquello que era considerado por el hombre como un mero objeto sexual se convierte en una sádica torturadora, mientras que el macho pasa de ser de activo agente sexual a pasivo sufridor de la venganza femenina.
Otra película de la época presenta a un personaje femenino semejante: la Alex Forrest de Atracción fatal (Fatal Attraction,Adrian Lyne, 1987), que advertía sobre el peligro inherente a cualquier relación extramatrimonial. Estos personajes femeninos no suelen gozar de una disculpa (social, psicológica), incluso aunque como en este caso, sea el protagonista masculino el que se lo haya buscado. Muy propio de la era Reagan.
Vengarse del violador – Hard Candy (David Slade, 2005). Uno de los procedimientos más recurrentes en esta tendencia es, como ocurría en el caso de Misery, transformar la fantasía masculina en una pesadilla: es el caso de Hard Candy, en la que el encuentro, en principio, romántico, de un pederasta con una adolescente propiciado por Internet se convertía en un castigo al hombre.
Caperucita se venga del lobo. Un caso bastante similar al de la perturbadora Audition (Takashi Miike, 1999), en la que una joven se vengaba, minuciosamente, del cuarentón que había convocado un falso casting sólo con el objetivo de conocer chicas. En ambos casos, aquello que era considerado por el hombre como un mero objeto sexual se convierte en una sádica torturadora, mientras que el macho pasa de ser de activo agente sexual a pasivo sufridor de la venganza femenina.
La sexualidad amenazante - La mujer pantera (Cat People, Jacques Tourneur, 1942)
Pilar Pedraza señala en su artículo Nueva carne y Remake: La mujer pantera que en el largometraje de Tourneur, considerado por Jacques Lourcelles como la primera película moderna, su protagonista convoca las figuras de la mujer y el monstruo en un mismo ente, cuya sexualidad es fuente de terror.
Robin Wood añade que la película del director francés da forma al miedo masculino de “una sexualidad agresiva, femenina, reprimida, acechante”, y considera el film casi progresista en su representación de la mujer.
La mujer inestable – Anticristo (Antichrist, Lars Von Trier, 2009). Cuando la película de Lars Von Trier se estrenó en el festival de Cannes de 2009, muchas voces acusaron al director danés de misoginia. En su película se relaciona íntimamente el acto sexual con la muerte del hijo, y a partir de esa premisa, se identifica el erratismo y la ansiedad del personaje interpretado por Charlotte Gainsbourg con la amenaza a la virilidad del hombre. Es la última manifestación, misógina y posmoderna, de la mujer como bruja, señalaban sus detractores.
El personaje de Kirsten Dunst en Melancolía (2010), que acababa con su matrimonio y la estabilidad familiar en apenas una noche, prolonga dicha línea. Lo que vincula a ambos personajes femeninos es que son sus problemas psicológicos (ansiedad, paranoia, esquizofrenia, depresión) los que son percibidos como una amenaza por el hombre.
Robin Wood añade que la película del director francés da forma al miedo masculino de “una sexualidad agresiva, femenina, reprimida, acechante”, y considera el film casi progresista en su representación de la mujer.
La mujer inestable – Anticristo (Antichrist, Lars Von Trier, 2009). Cuando la película de Lars Von Trier se estrenó en el festival de Cannes de 2009, muchas voces acusaron al director danés de misoginia. En su película se relaciona íntimamente el acto sexual con la muerte del hijo, y a partir de esa premisa, se identifica el erratismo y la ansiedad del personaje interpretado por Charlotte Gainsbourg con la amenaza a la virilidad del hombre. Es la última manifestación, misógina y posmoderna, de la mujer como bruja, señalaban sus detractores.
El personaje de Kirsten Dunst en Melancolía (2010), que acababa con su matrimonio y la estabilidad familiar en apenas una noche, prolonga dicha línea. Lo que vincula a ambos personajes femeninos es que son sus problemas psicológicos (ansiedad, paranoia, esquizofrenia, depresión) los que son percibidos como una amenaza por el hombre.
En las últimas semanas, la serie de televisión Girls, producida por la HBO, ha provocado una polémica semejante. El columnista de The New York Times Frank Bruni se preguntaba, tras el visionado de su primer capítulo, si Gloria Steinem, célebre periodista feminista, fue a las barricadas para que pudiésemos ver series como esta. Dirigida y protagonizada por Lena Dunham, la serie retrata sin remilgos la vida sexual de un grupo de veinteañeras neoyorquinas. El problema para Bruni se encuentra en la imagen que da de las relaciones sexuales.
Ante la acusación del periodista de que Dunham considera natural la subordinación de la mujer frente al hombre (“¿por qué no jugamos a estar calladitos?”, dice el amante de la protagonista en la primera escena de la serie), la joven afirmaba que todo provenía de su experiencia: “hasta la fecha, he gozado de relaciones sexuales afectuosas, pero también otras que sólo producían ansiedad. Y me temo que estas últimas predominan”.